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viernes, 28 de mayo de 2010

Sobre las corridas de toros

Estimado Bernardo, me parece muy interesante el artículo que has escrito sobre las corridas de toros. Sin embargo, los argumentos que utilizas contra ellas y otros que utilizan los antitaurinos no son correctos desde mi punto de vista. Para que veas que la defensa de las corridas de toros no es una cuestión emocional, sino racional, he de decirte que yo no soy aficionado a los toros. Me interesa más el debate que los toros mismos y al final, examinando los argumentos de unos y otros, creo que tienen razón los taurinos. Como no soy aficionado y no son las emociones las que mueven mi conducta y razonamientos en este asunto, no me importaría cambiar de opinión si se ofrecieran argumentos más convincentes, cosa que es más difícil que suceda cuando uno es aficionado, sea a los toros o a otra cosa. Pasemos, entonces, a mi argumentación.
En las corridas de toros ni hay crueldad hacia el toro ni hay tortura, ya que todo acto de crueldad implica alguna forma de tortura. Para defender esto conviene que definamos la crueldad. La crueldad no consiste en hacer daño sin más, sino en regocijarse con él. Ese daño puede ser de naturaleza variada. Puede ser físico, pero también psíquico. O una mezcla de ambos. Pero el daño que se infringe no debe ser consentido por la otra persona, si fuera consentido, hablaríamos de relación de carácter sadomasoquista. Schopenhauer definía la crueldad como el regocijo gratuito en el sufrimiento ajeno. Así, la crueldad es causar daño sin otro fin que el propio daño, por tanto, la crueldad no implica la muerte del ser al que se la practicamos, pues su muerte implica el término de la crueldad. En estos términos podemos interpretar la siguiente afirmación de Montaigne: tanto cuanto más allá de la simple muerte, me resulta la crueldad. Si aplicamos esta definición al toreo, vemos que no hay crueldad porque tanto el torero como el público no quieren ver el sufrimiento del animal, sino al contrario, la bravura del animal. Cuando el toro no es lo suficientemente bravo, cuando el matador no mata a la primera estocada, cuando pincha varias veces o hay que recurrir al descabello, el público protesta, pita la faena y no hay ni ovación, ni orejas, ni rabo.
Esta bravura se demuestra en que el torero sale al ruedo a jugarse la vida. Existe entonces una nivelación entre el poder del toro y el arte del torero. Torear en un arte, ya que es un saber hacer que requiere mucho valor y es difícil de aprender. Ese saber hacer consiste en que el torero aprende a proteger su vida y frente a frente con el toro, cuerpo a cuerpo, darle muerte. Por supuesto que necesita unos instrumentos para esta muerte, igual que necesitamos otros instrumentos para dar muerte a otros animales que el ser humano necesita para alimentarse, para la investigación científica o simplemente para ponerlos a nuestro servicio. En la heterogeneidad de los grupos de defensa de los animales también encontramos otros que entienden que todo animal que no esté en libertad está recibiendo un trato cruel, así, están en contra de comer carne animal, de los zoológicos, de los animales domésticos, de la experimentación con ellos, de los circos etc.
El aficionado a los toros no ve al toro como una cosa para tratarla cruelmente, sino que la ven como un animal fetiche más próximo a la divinidad que cualquier otro animal. Eso es el toro desde la antigua Grecia. Recordemos al minotauro. El aficionado a los toros aplaude al torero, pero también al toro cuando manifiesta su bravura, hasta el punto de poder indultarlo.
Utilizas el argumento de la inmoralidad, pero sin definir moral, sin distinguirla de la ética. La moralidad depende de las costumbres, según esto, cada lugar tiene su propia moral, sus propias costumbres. En EE.UU la población ve moral la pena capital, por eso ningún presidente demócrata o republicano se atreve a su abolición. En España, si se hiciera un referéndum, igual nos sorprendería el resultado. De la misma forma que si se hace un referéndum sobre los toros pocos estarían en contra. Pero la ética no es lo mismo que la moral, de hecho lo moral puede ser, a veces, antiético y lo ético puede no ser moral. Así, la ética desde Platón, Aristóteles, pasando por la filosofía cristiana por Spinoza etc. tiene que ver con el mantenimiento de la salud de los seres humanos. Entonces, la ética no tiene nada que ver con el mantenimiento de la salud de los animales, a no ser que cada uno defina gratuitamente. Sin un día se prohíben las corridas de toros será en nombre de una moral, siempre enfrentada a otra, pero no en nombre de la ética, ni de una moral universal, que no existe.
También culpas al cristianismo de este desprecio del hombre (algunos) a los animales, de la cosificación de la naturaleza. Lo fundamentas en la expresión crecer y multiplicaos. Pero no sé yo qué tiene que ver el cristianismo con las corridas de toros, si cuando se escribió la Biblia no existían las corridas, ni había problemas ecológicos. Que el hombre necesita de la naturaleza se sabe desde antes, mucho antes, de que existiera el cristianismo. Pero es que la frase crecer y multiplicaos no tiene nada que ver con la explotación de naturaleza, sino con la expansión del cristianismo frente a otras religiones. Cosa que, por cierto, también es la consigna de esas otras religiones que persiguen el mismo objetivo: su expansión por todo el globo terráqueo. Sabemos que si los musulmanes tienen mucha mas descendencia que los cristianos, Europa en algunos siglos podrá ser musulmana. Pero aún leyendo el Génesis no sé por qué tiene que ser interpretado como el origen de la explotación de la naturaleza y mucho menos por los católicos y no por otras iglesias cristianas. El cristianismo entiende que la naturaleza ha sido creada por Dios, por tanto, cuidar la naturaleza, utilizarla racionalmente, es tarea de todo cristiano. Esta tesis la defiende santo Tomás, pero es que grandes hombres de ciencias naturales han sido cristianos e incluso clérigos. Por ejemplo, Nicolas Steno, padre de la Geología moderna, Newton, Mendel, Copernico etc.
También calificas los argumentos de los taurios como sofismas y faltos de lógica, pero los argumentos de los taurinos que escribes en tu artículo no son todos, faltan muchos, es más, los reduces al disfrute, lo cual, como he mostrado más arriba no es cierto, puesto que existen esos otros que omites. Además, qué tiene que ver la lógica con esto. Todo argumento es lógico, a no ser que cada uno se haga una definición de lógica a medida, es decir, gratuita. Esto es, la lógica es un saber que se ocupa sólo de la corrección o incorrección de los argumentos, no de si son verdaderos o falsos. Por esto, no se pueden calificar los argumentos taurinos como emocionales y los antitaurinos como racionales. Los dos son racionales. Así, todo lo que dice el hombre por ser animal dotado de razón, es racional, es decir, lógico, pues si no, no podríamos entendernos. Lo que sucede es que hay que mostrar alguna idea de la racionalidad para poder hablar en nombre de ella. Y la racionalidad lógica es esta: hablar haciéndose entender. Otra cosa es que no se compartan los argumentos de otros, pero decir que no tienen lógica es decir que son irracionales, esto es, que son ininteligibles y eso no se da en este debate, ni en muchos otros. Esta idea de racionalidad nos permite no caer en la exclusividad de creernos en posesión de la razón. Como ejemplo la famosa frase de Napoleón, cuando la ilustración y los filósofos modernos criticaban al clero de irracional, que no a la religión, y dijo él: un cura me ahorra cien gendarmes ¿hay algo más racional políticamente?
Otra afirmación con la que no estoy de acuerdo es cuándo afirmas que España lleva retraso en el cuidado de la naturaleza, de los animales etc. ¿Retraso respecto a quién? Si cogemos la lista de especies en peligro de extinción vemos que España no ocupa los primeros puestos del ranking. Además, como he dicho antes, atribuir esto a la moral cristina, a los Padres de la Iglesia no es correcto. Desde Aristóteles se le atribuye a los animales un alma, el alma sensible (capaz de tener sentimientos) y motora con memoria e imaginación. Y esta concepción del alma animal la hereda el cristianismo y toda la escolástica española hasta el padre Feijoo. La idea de que los animales no tienen alma es de un francés: Descartes. Él sí que dice que el animal es una cosa que no tiene alma, una máquina automática que ni siente ni padece. Además, ni los antitaurinos discuten que el mantenimiento del toro genera el cuidado de la naturaleza y del verde campo, no hay más que ver dónde y cómo vive el toro hasta el momento de la lidia.
No se entiende muy bien cuando afirmas que “al particular le está permitido atentar contra la moralidad y la ética en su ejercicio privado”. ¿Qué quieres decir con “ejercicio privado”?. Las corridas de toros son públicas, como los partidos de fútbol. Cuando alguien acude a una de ellas no hace nada privado. Después preguntas si un poder público, es decir, si el poder político, tiene que permitir los toros, si este poder se autocalifica de democrático. Lo que yo no veo es qué tiene que ver la democracia con esto. No sé es más o menos demócrata por permitir las corridas de toros o prohibirlas, por permitir la pena de muerte o prohibirla o el aborto etc. Repito lo mismo, habrá que explicar primero qué define a la democracia y yo creo que no son estas cosas, ni mucho menos lo toros. También los vegetarianos (lácteos o no) utilizan el mismo argumento: que una auténtica democracia no debe permitir tomar alimento que proceda de un animal. Lo ven una inmoralidad y falta de toda ética. Sin entrar a definir la democracia, ya que esto nos llevaría mucho tiempo, la existencia de los toros en España y en otros países no afecta a su calidad democrática.
Citas algunos ejemplos ilustrativos de grandísimas polémicas en el pasado y que gracias al devenir de los tiempos, que traen una nueva conciencia moral, racionalismo social, se han abolido prácticas (circo romano, esclavitud etc.) que ahora a nosotros nos parecen aberrantes. Igual futuro auguras a los toros. Es cierto que desde nuestra perspectiva nos parecen ahora aberrantes, pero no está tan claro que su abolición se deba al racionalismo social. Además, no queda muy claro qué es el racionalismo social, de dónde surge y por qué tiene fuerza. Por ejemplo, si tomamos el caso de la esclavitud, efectivamente existía polémica de esta institución en la antigüedad. Así lo leemos en el libro segundo de La Política de Aristóteles. El propio Aristóteles defendía un tipo de esclavitud, aunque no otros. Pero la esclavitud no se fue aboliendo porque la conciencia del hombre se fuera depurando con el tiempo, porque creciera el racionalismo social o porque los que defendían la esclavitud, como lo hizo todo el mundo griego, romano, medieval etc, fueran irracionales y después llegara la racionalidad. La esclavitud se abolió porque era insostenible, incompatible, con el capitalismo y el modelo económico y social que aparece tras la revolución industrial. Así, los esclavos se convierten en la masa obrera, ¿libre?, si querían no morir de hambre tenían que aceptar unas condiciones de trabajo de total explotación, vivir peor que los esclavos o como esclavos no de derecho, pero sí de hecho ¿Eso era más racional? En fin, lo que quiero decir, es que no es la conciencia, la buena conciencia, del hombre lo que puso fin a la esclavitud, sino el interés de los capitalistas. Yo no sé si en el futuro dejarán de existir las corridas de toros, pero no será por la buena conciencia de los antitaurinos, cuya lucha puede tener el efecto contrario, la reactivación de la fiesta, como sucede en Barcelona (véase a José Tomás en La Monumental), sino por unas condiciones materiales que ahora no se dan, aunque exista el debate. A propósito de esto último, el debate planteado en Cataluña no es por los toros en sí, sino por su origen español, si los toros fueran un símbolo de Cataluña, dudo que el parlamento catalán hubiera tomado la iniciativa de prohibirlos.
Por último, tengo que afirmar que estar a favor de las corridas de toros no es estar a favor del maltrato de los animales. El hombre es superior a los animales porque ha sido capaz de dominarlos. Los necesitamos para la alimentación, la medicina, para nuestro trabajo y desarrollo, para nuestro entretenimiento, pero esto no significa que en la medida de lo posible no debamos darles un buen trato y, por supuesto su mantenimiento. El toro es un ejemplo de ello. Del mantenimiento de una especie, de buen trato, de muerte digna y protección ecológica. Implica todo un desarrollo artístico y científico.

Francisco Belda de la Santa.

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