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sábado, 8 de mayo de 2010

Detrás de las gafas.

José Manuel Ruiz

Cuando tomo café en el lugar de costumbre observo a la gente que coincide conmigo. Suelo fijar mi atención en las caras desconocidas, y, de sus expresiones, termino inventando sus vidas, y, en ese juego divertido ¿?, y, en cierto modo literario, suelo ocupar mi tiempo que por ser mío ¿?. Hago con él lo que me place.

Cada día, dependiendo de mi estado de ánimo, pongo distintas historias en estos personajes anónimos a los que desconozco. Trazó un sencillo boceto del perfil de aquellos seres, y, sin quererlo o queriendo ¿?, doy vida a quienes ya la tienen.

Estas “gafas”, a través de las cuales invento vidas, son un filtro que da colores distintos y demoniza o beatifica a quienes no conozco. Pero, en realidad, esta afición a inventar vidas, trasciende a estos momentos del café, y, a menudo, la aplico muchas veces a lo largo del día. Creo que de un modo u otro lo hacemos todos. Todos miramos el mundo con gafas. Nuestra mente inventa y recrea el mundo que nos rodea, y, el mundo, en su esencia, es otro, como otras son las causas que mueven a los “piensan” ¿?, transforman la realidad y pretenden venderla en los grandes almacenes, en los parlamentos, o detrás de las cámaras de televisión: ellos son los líderes. La vida no deja de ser una película a la que sólo le podemos poner banda sonora y efectos especiales. El guión quizá esta escrito ya.

Hoy me levanté con tortícolis, debí dormir en una mala postura y ello afectará al color con el que veré el mundo. La rigidez del cuello me impedirá volver la cabeza hacia atrás, hoy seré menos comunicativo y mis emociones vendrán del lado solitario de mi alma. Hoy no justificaré a quienes decoran esta “mierda de mundo” con flores de plástico o con mensajes de esperanza.
Las gafas son el catalizador de la existencia, a través de sus cristales nos llegan las emociones cambiadas de color. Sin las gafas el sol de la realidad resulta molesto, cegador y, a veces, doloroso. El mundo, en su esencia, es un escenario con radiaciones altamente energéticas. Las gafas vienen a ser un “narcótico” para soñar, para envolver ese existencialismo molesto que nos acecha mas allá de nuestra casa, esa nausea que asola el mundo, envuelta en la funcionalidad tecnológica de nuestra sociedad del bienestar.

Hoy, desde la mesa en la que me asomo al mundo, junto a mi humeante café, quiero abrazar a esa mujer triste que fuma y mira tras los cristales pensando en su lejano país que abandonó allende el mar, buscando en este mío “el dorado” que le permita comprarse unas buenas gafas para cambiar de color su vida y realizar sus sueños.

Ella fuma y yo imagino figuras mirando el humo de su cigarro que se eleva y diluye en la atmósfera cargada de la cafetería. Hoy inventaré una historia para ella, que, al menos durante el tiempo que dure su café, le permitirá acercarse a la felicidad. Inventaré una historia mas allá de la realidad que se esconde en la “carta de despido” que asoma por uno de los lados de su bolso o por el acuerdo de divorcio que le dio ayer su abogado para firmarlo y volver a empezar de nuevo, o los resultados del laboratorio de anatomía patológica que le diagnostican un cáncer de útero.
Hoy construiré un mundo maravilloso para esa mujer anónima que fuma a mi lado y jamás volveré a ver.

7-5-2010

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