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jueves, 7 de enero de 2010

FELICIDAD PARA EL AÑO QUE COMIENZA

Hola a todos los contertulios y Feliz Año.

Seguramente, nos tomamos esta felicitación como una “pose” más ante la vida, desemantizada y acartonada por la tradición, que parece quedar bien en estas fechas pasadas, donde la luz y el color engalanan nuestras calles y Avenidas, y, con un poco de suerte, también nuestros corazones.


Más vale escuchar este soniquete que no, que te deseen lo peor del mundo ¿verdad? Pero en el fondo, ¿De verdad nos importa la felicidad del vecino?¿Acaso no disfrutamos más cuando sabemos de desdichas y soponcios ajenos que contribuyen, de alguna manera, a recordarnos que a nosotros, sin embargo la vida nos sonríe? ¿Y si ayudamos a “fulanito” a que su estancia en este mundo sea un poco más llevadera, no estamos haciendo un acto de refuerzo para nuestra propia conciencia?


Seguramente, si este año nos pusieran en los telediarios, prensa u otros medios de comunicación, lo bien que se lo pasan determinados personajes del mundo, lo mucho que ríen todos los días, la vida tan engalanada que llevan y lo felices que se encuentran en sus mansiones o disfrutando de los infinitos placeres de la vida, dichos informativos, terminarían por tener poca audiencia, porque, en el fondo, aunque os parezca muy malévolo el asunto, necesitamos del dolor ajeno para sonreír un poco acomodándonos mejor en nuestros maravillosos sillones orejeros.


Que nadie me exija, ni me martillee los oídos más allá de lo que mi buena paciencia admite, y mucho menos, si con ello tengo que recortar comodidades y bienestar en mi vida, por favor.


La felicidad del otro, pero sin tocar demasiado la farándula de mi existir, la felicidad de los demás, pero sin limitar mis oropeles, sin menoscabar mi bolsillo, ni la cantidad de fruslerías de las que nos rodeamos inútilmente todos los días.


En fin, ser felices, pero sin que nadie se entere demasiado. La felicidad del vecino molesta, sus desdichas no nos congratulan, pero nos dan un respiro para “dar gracias” de que a mí no me ocurre lo que al otro preocupa, gracias a Dios.


Bueno, no quiero ser demasiado quevediana con estas ácidas reflexiones, pero es que es lo que he pensado, a veces, escuchando la mueca de “Feliz Año” ininterrumpidamente, conociendo al viviente de turno que lanzaba dicho mensaje, para más inri.


Después de esta diatriba, pensaréis, lógicamente, que mi felicitación también puede estar igualmente vacía de contenido. Es cierto, pero no lo está, aunque de incongruencias se trate.

Así pues, tomárosla como una sincera felicitación, y que esta vaya acompañada, además, de mis mejores deseos de paz, salud y algo de humor, que es la mejor manera de afrontar la vida cada día.


Pilar Rodríguez.

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