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lunes, 4 de enero de 2010

En nombre de la ciencia.

Ante todo, compañeros de tertulia, feliz año 2010. En nuestra última reunión estuvimos debatiendo principalmente sobre el cambio climático y la cumbre de Copenhague. Una de las cosas de las que se habló es si el cambio climático es un hecho científico o no. A partir de aquí podemos extraer los siguientes asuntos de reflexión. Por ejemplo, ¿qué diferencia a un hecho científico de otro hecho que no lo sea? Así, medir las temperaturas es tan “científico” como comprobar lo que cuesta la barra de pan a lo largo de un año o de varios. Nada hay de científico en ello. Porque los datos empíricos aunque necesarios para la ciencia, no son ciencia. Necesitan de una teoría. ¿Pero qué es una teoría? Existen teorías científicas, pero también otras que no lo son, por ejemplo, las filosóficas, las políticas, las religiosas etc. Y desde luego, no todas las teorías (científicas o no) son verdaderas. La historia de la ciencia, particularmente, nos ha mostrado cómo unas teorías invalidan a otras. A partir de esto, también debemos preguntarnos qué es una ciencia, pues hay saberes que no son científicos, pero no por ello dejan de ser verdaderos, es decir, dicen verdades. Incluso saberes que se llaman así mismos científicos, pero no está claro que lo sean. Y entonces podemos ver que no existe la ciencia, sino más bien, una pluralidad de ciencias y que no todas tienen el mismo rigor, ya que son muy distintas entre sí, como puedan serlo los distintos tipos de arte. ¿Dónde está, pues, la unidad de la ciencia? Las predicciones de los físicos son más exactas que las de los economistas. Hablamos de las matemáticas o la lógica como las ciencias exactas, pero no decimos lo mismo de la medicina. Y no digamos de las llamadas ciencias sociales
Con estas pinceladas vemos, intuimos, los problemas que surgen de la existencia de las ciencias. Entonces, cuando en nombre de la ciencia afirmamos que existe un cambio climático antrópico, habrá que saber primero qué ciencia dice esto, desde qué teoría de esa ciencia se dice y con qué datos se cuenta. Mi impresión es que estamos sólo al nivel de datos y aun así, estos son polémicos, pero se carece de una ciencia y una teoría del clima.
Los seres humanos somos muy propensos a hablar en nombre de algo para justificar nuestras afirmaciones. Así hablamos en nombre de Dios, en nombre de la Ética, en nombre de la Ciencia, en nombre de la Cultura, en nombre de la Humanidad etc. Y no nos damos cuenta que eso es incurrir en una falacia, la falacia ad verecumdiam, al respeto, esto es, apelar a una autoridad para demostrar que lo que decimos es verdadero. Apelamos a la ciencia como la autoridad que nunca falla. Esto no quita para que no exista el cambio climático de origen antrópico, lo único que digo es que los argumentos que habitualmente se utilizan para defender estas afirmaciones no son correctos. De ahí mi escepticismo ante este asunto. Pero el escepticismo no es negacionismo, es la condición para poder seguir investigando, para aclarar los interrogantes que aún existen en este asunto y otros de esta índole. Afirmar que todo está claro lo podemos calificar como dogmatismo o fundamentalismo, en este caso, científico.

Francisco Belda de la Santa

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